martes, 6 de marzo de 2012

A 30 años de la guerra de Malvinas… ¡nos oponemos a su guerra, nos enfrentamos a su paz!


Este 2 de abril se cumplen 30 años desde el desembarco del ejército argentino en las Islas Malvinas, que despertara nuevamente el conflicto con el Reino Unido por el control del territorio. Un mes más tarde, el hundimiento del buque General Belgrano por un submarino británico daría comienzo al conflicto armado que dejó como saldo más de 700 muertos y 1800 heridos, así como innumerables daños psicológicos en personas que se vieron involucradas directa o indirectamente en la guerra. En el caso argentino, si analizamos la situación social que dio lugar a esta masacre realizada en nombre de la patria, encontramos un modelo de acumulación en profunda crisis. El gobierno de la Junta Militar estaba dispuesto a sostenerlo mediante la destrucción de toda expresión combativa del proletariado así como la imposición del individualismo y la fragmentación social, tal como lo venía haciendo desde el año `76 al frente del Estado.
La avanzada neoliberal se forjó a sangre y fuego sobre la persecución y exterminio de la "subversión", así como el exilio forzado de miles de disidentes: era necesaria una hegemonía política absoluta a nivel interno que pusiera a Argentina en sintonía con las necesidades del capital. Pero mientras se sucedía una escalada de medidas económicas liberales, se sentía cada vez más la pérdida del poder adquisitivo de los/as asalariados/as. Desde las cenizas empezaron a reemerger reclamos de distintos sectores de la población. Ya en los `80, el descontento se generalizaba exponencialmente, mientras salían a la luz, con cada vez más fuerza, las desapariciones forzadas de personas y demás atrocidades realizadas por los militares y policías, que se hicieron de conocimiento público a partir de la persistente denuncia de grupos de DDHH, con las Madres de Plaza de Mayo a la cabeza.
Entonces, cuando el gobierno de la junta militar decide tomar las Islas Malvinas, no hace más que continuar su política interna por otros medios. El objetivo no era “recuperar” las islas, era la desaparición del conflicto social. Es claro que esta medida que representaba una solución provisoria a los problemas políticos de los milicos, no resolvía ninguno de los problemas del proletariado argentino, muy por el contrario, los agravaba... mientras nos defendemos del “enemigo exterior” no podemos reclamar aumentos salariales, ni nada… todos juntitos, explotadores y explotados, honrando a la bandera genocida argentina.
No es nuestro fin el defenestrar a los milicos en defensa de la gestión democrática del terrorismo estatal. Sean gobiernos dictatoriales o democráticos, el Estado siempre cumple la función de mantener en pie el orden vigente: la sociedad de clases que impone la dictadura del capital sobre la vida. No importa quién gobierne, su fin último siempre es la defensa de la propiedad privada de los medios de producción por parte de la burguesía, y nuestra condena a trabajar toda la vida para acrecentar su riqueza. Intentarán convencernos con la tele, la Iglesia y la Escuela… o nos obligaran a resignarnos a palazos o torturándonos en un calabozo… Ser proletarios significa que no existe más opción que apresar nuestra actividad humana tras las rejas del trabajo asalariado o desesperar en la desocupación.
A través de las guerras entre Estados, distintas fracciones de la burguesía se enfrentan por conquistar mercados, apropiarse de fuerzas productivas, territorios y “recursos naturales”. Esto, a su vez, pone en marcha la producción de armamento, empresas de servicios, constructoras y medios de comunicación, entre otros. Pero a veces estos no son motivos suficientes para desatar un conflicto bélico, y hay otra razón de fondo que erige a la guerra como un fin en sí mismo: su potencialidad para debilitar y desarticular al proletariado en momentos de crisis y conflictividad social. En ellas se nos mata (¡y se nos obliga a asesinarnos entre nosotros!) en el frente de batalla, mientras se nos exigen todo tipo de sacrificios en la “retaguardia”, haciéndonos dejar de lado la defensa de nuestros intereses como clase para fortalecer el dominio de la burguesía. Cuando se presta a matar y morir por el Estado de "sus" burgueses, el proletariado se niega como tal, quedando enajenado de su necesidad urgente de emancipación revolucionaria. Frente a la guerra no tenemos más opción que oponernos a los represores y explotadores directos, oponernos al reclutamiento, romper la disciplina en las calles y los lugares de trabajo e instar al proletariado del “bloque enemigo” a realizar lo propio en su territorio.
Para persuadirnos la burguesía se sirve de quienes pretenden anestesiarnos con política e ideologías. Así es como en Argentina, TODOS los partidos políticos de derecha e izquierda apoyaron abiertamente la guerra de Malvinas. Las consignas que proclamaron -y siguen proclamando- como “anti-imperialismo”, “segunda independencia”, “defensa de la economía nacional”, “independencia económica” o “liberación nacional” por mencionar algunas, no son más que sanguinarios anzuelos para arrastrarnos a la barbarie asesina del capitalismo y su guerra. No importa si las islas son argentinas, inglesas o de quien sea... seguiremos siendo herramientas, engranajes, mercancías que se compran y venden para generar ganancias, acá como en el resto del planeta.
Lejos de la política y la especulación, nosotros entendemos que los proletarios no tenemos patria, que los explotadores y explotados están distribuidos por todo el mundo y que no hay conciliación de clases posible, nuestra lucha es por terminar con el capitalismo como sistema totalitario a escala mundial. Ninguna alianza estratégica con ninguna burguesía, ni ningún tipo de participación en el Estado, que direccionan nuestros esfuerzos para fortalecer las estructuras que nos oprimen y dominan, y nos alejan cada vez más de la posibilidad de una ruptura histórica, de la Revolución Social. No queremos dejar de preocuparnos por lo importante por atender sólo lo inmediato, ¡la revolución comunista se trata de oponernos hoy al capital, su Estado y su sistema de trabajo asalariado!
A 30 años de la guerra, el mito de las Malvinas sigue siendo un espectáculo útil a la clase dominante para desviar nuestra atención. Ahora se condena la “aventura” de los militares, su irresponsabilidad, que fue “ilegítimo” por tratarse de un gobierno dictatorial, etc. Y cuando menos lo esperemos nos llamarán a que nos “pongamos la camiseta” argentina y nos ajustemos los cinturones para defender a la patria, que veamos morir a nuestros hermanos en el frente de batalla y enloquecer... ¡Siempre orgullosos de ser argentinos! Pero nadie va a denunciar que es la sociedad de clases la que engendra las guerras, no hay forma de superarlas sin acabar con el capitalismo primero, porque la guerra es su naturaleza.
Los principales “opositores” a la guerra son los partidarios de la paz. A estos debemos advertirles que no existe una sin la otra. La defensa de la paz frente a la guerra no es más que la defensa de todo lo establecido a través de la guerra, y favorece claramente al último ganador. La paz es la aceptación de las condiciones “acordadas” al finalizar un conflicto armado, y siempre persiste la posibilidad de que un Estado se presente como víctima y comience una nueva agresión. No hay una sola frontera en este planeta que no haya sido trazada por la fuerza, por lo que habrá sobrados motivos de reclamar paz y hacer la guerra por siempre, a menos, claro, que tiremos abajo todos los Estados y banderas que nos separan para controlarnos y dominarnos en cada región.
A su vez, es necesario comprender que la “paz” en el capitalismo no significa la ausencia de violencia entre las personas, porque mientras estamos en “paz” existen las prisiones, la trata de personas, la devastación de la naturaleza en busca de riqueza, el gatillo fácil, y un larguísimo etcétera… Esta es la “paz” capitalista, en la que la burguesía amasa millones y el conflicto social no existe, la “paz” nos suena a mantenernos pasivos ante esta sociedad que nos destruye y que pretende acabar con el planeta.
        
Nosotros no somos pacifistas. Estamos decididamente en guerra con la burguesía, y hacemos un llamado al proletariado mundial a generalizar la Revolución Social. ¡Expropiación de todo lo existente, abolición del trabajo asalariado! ¡Por el comunismo anárquico!