Este
2 de abril se cumplen 30 años desde el desembarco del ejército
argentino en las Islas Malvinas, que despertara nuevamente el
conflicto con el
Reino Unido por el control del territorio. Un mes más tarde, el
hundimiento del buque General
Belgrano
por un submarino británico daría comienzo al conflicto armado que
dejó como saldo más de 700 muertos y 1800 heridos, así como
innumerables daños psicológicos en personas que se vieron
involucradas directa o indirectamente en la guerra. En el caso
argentino, si analizamos la situación social que dio lugar a esta
masacre realizada en nombre de la patria, encontramos un modelo de
acumulación en profunda crisis. El gobierno de la Junta Militar
estaba dispuesto a sostenerlo mediante la destrucción de toda
expresión combativa del proletariado así como la imposición del
individualismo y la fragmentación social, tal como lo venía
haciendo desde el año `76 al frente del Estado.
La
avanzada neoliberal se forjó a sangre y fuego sobre la persecución
y exterminio de la "subversión",
así como el exilio forzado de miles de disidentes: era necesaria una
hegemonía política absoluta a nivel interno que pusiera a Argentina
en sintonía con las necesidades del capital. Pero mientras se
sucedía una escalada de medidas económicas liberales, se sentía
cada vez más la pérdida del poder adquisitivo de los/as
asalariados/as. Desde las cenizas empezaron a
reemerger reclamos de distintos sectores de la población. Ya
en los `80, el descontento se generalizaba exponencialmente, mientras
salían a la luz, con
cada vez más fuerza, las desapariciones forzadas de personas y demás
atrocidades realizadas por los militares y policías,
que se hicieron de conocimiento público a partir de la persistente
denuncia de grupos de DDHH, con las Madres de Plaza de Mayo a la
cabeza.
Entonces,
cuando el gobierno de la
junta militar decide tomar las Islas Malvinas, no hace más que
continuar su política interna por otros medios.
El objetivo no era “recuperar” las islas, era la desaparición
del conflicto social. Es claro que esta medida que representaba una
solución provisoria a los problemas políticos de los milicos, no
resolvía ninguno de los problemas del proletariado argentino, muy
por el contrario, los agravaba... mientras nos defendemos del
“enemigo exterior” no podemos reclamar aumentos salariales, ni
nada… todos juntitos, explotadores y explotados, honrando a la
bandera genocida argentina.
No
es nuestro fin el defenestrar a los milicos en defensa de la gestión
democrática del terrorismo estatal. Sean gobiernos dictatoriales o
democráticos, el Estado
siempre cumple la función de mantener en pie el orden vigente: la
sociedad de clases que impone la dictadura del capital sobre la vida.
No importa quién gobierne, su fin último siempre es la defensa de
la propiedad privada de los medios de producción por parte de la
burguesía, y nuestra condena a trabajar toda la vida para acrecentar
su riqueza. Intentarán convencernos con la tele, la Iglesia y la
Escuela… o nos obligaran a resignarnos a palazos o torturándonos
en un calabozo… Ser proletarios significa que no existe más opción
que apresar nuestra actividad humana tras las rejas del trabajo
asalariado o desesperar en la desocupación.
A
través de las guerras entre Estados, distintas fracciones de la
burguesía se enfrentan por conquistar mercados, apropiarse de
fuerzas productivas, territorios y “recursos naturales”. Esto, a
su vez, pone en marcha la producción de armamento, empresas de
servicios, constructoras y medios de comunicación, entre otros. Pero
a veces estos no son motivos suficientes para desatar un conflicto
bélico, y hay otra razón
de fondo que erige a la guerra como un fin en sí mismo: su
potencialidad para debilitar y desarticular al proletariado en
momentos de crisis y conflictividad social.
En ellas se nos mata (¡y se nos obliga a asesinarnos entre
nosotros!) en el frente de batalla, mientras se nos exigen todo tipo
de sacrificios en la “retaguardia”, haciéndonos dejar de lado la
defensa de nuestros intereses como clase para fortalecer el dominio
de la burguesía. Cuando se
presta a matar y morir por el Estado de "sus" burgueses, el
proletariado se niega como tal, quedando enajenado de su necesidad
urgente de emancipación revolucionaria.
Frente a la guerra no tenemos más opción que oponernos a los
represores y explotadores directos, oponernos al reclutamiento,
romper la disciplina en las calles y los lugares de trabajo e instar
al proletariado del “bloque enemigo” a realizar lo propio en su
territorio.
Para
persuadirnos la burguesía se sirve de quienes pretenden
anestesiarnos con política e ideologías. Así es como en Argentina,
TODOS los partidos políticos
de derecha e izquierda apoyaron abiertamente la guerra de
Malvinas. Las consignas que
proclamaron -y siguen proclamando- como “anti-imperialismo”,
“segunda independencia”, “defensa de la economía nacional”,
“independencia económica” o “liberación nacional” por
mencionar algunas, no son más que sanguinarios anzuelos para
arrastrarnos a la barbarie asesina del capitalismo y su guerra. No
importa si las islas son argentinas, inglesas o de quien sea...
seguiremos siendo herramientas, engranajes, mercancías que se
compran y venden para generar ganancias, acá como en el resto del
planeta.
Lejos
de la política y la especulación, nosotros
entendemos que los proletarios no tenemos patria, que los
explotadores y explotados están distribuidos por todo el mundo y que
no hay conciliación de clases posible,
nuestra lucha es por terminar con el capitalismo como sistema
totalitario a escala mundial. Ninguna alianza estratégica con
ninguna burguesía, ni ningún tipo de participación en el Estado,
que direccionan nuestros esfuerzos para fortalecer las estructuras
que nos oprimen y dominan, y nos alejan cada vez más de la
posibilidad de una ruptura histórica, de la Revolución Social.
No
queremos dejar de preocuparnos por lo importante por atender sólo lo
inmediato, ¡la
revolución comunista se trata de oponernos hoy al capital, su Estado
y su sistema de trabajo asalariado!
A
30 años de la guerra, el mito de las Malvinas sigue siendo un
espectáculo útil a la clase dominante para desviar nuestra
atención. Ahora se condena la “aventura” de los militares, su
irresponsabilidad, que fue “ilegítimo” por tratarse de un
gobierno dictatorial, etc. Y cuando menos lo esperemos nos llamarán
a que nos “pongamos la camiseta” argentina y nos ajustemos los
cinturones para defender a la patria, que veamos morir a nuestros
hermanos en el frente de batalla y enloquecer... ¡Siempre orgullosos
de ser argentinos! Pero nadie va a denunciar que es
la sociedad de clases la que engendra las guerras, no hay forma de
superarlas sin acabar con el capitalismo primero, porque la guerra es
su naturaleza.
Los
principales “opositores” a la guerra son los partidarios de la
paz. A estos debemos advertirles que no existe una sin la otra. La
defensa de la paz frente a la guerra no es más que la defensa de
todo lo establecido a través de la guerra, y favorece claramente al
último ganador. La paz es la aceptación de las condiciones
“acordadas” al finalizar un conflicto armado, y siempre persiste
la posibilidad de que un Estado se presente como víctima y comience
una nueva agresión. No hay
una sola frontera en este planeta que no haya sido trazada por la
fuerza, por lo que habrá
sobrados motivos de reclamar paz y hacer la guerra por siempre, a
menos, claro, que tiremos abajo todos los Estados y banderas que nos
separan para controlarnos y dominarnos en cada región.
A
su vez, es necesario comprender que la “paz” en el capitalismo no
significa la ausencia de violencia entre las personas, porque
mientras estamos en “paz”
existen las prisiones, la trata de personas, la devastación de la
naturaleza en busca de riqueza, el gatillo fácil, y un larguísimo
etcétera… Esta es la
“paz” capitalista, en la que la burguesía amasa millones y el
conflicto social no existe, la “paz” nos suena a mantenernos
pasivos ante esta sociedad que nos destruye y que pretende acabar con
el planeta.
Nosotros no somos
pacifistas. Estamos decididamente en guerra con la burguesía, y
hacemos un llamado al proletariado mundial a generalizar la
Revolución Social. ¡Expropiación de todo lo existente, abolición
del trabajo asalariado! ¡Por el comunismo anárquico!
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